martes, 7 de marzo de 2017

I

La noche tiembla enredada en árboles que la lluvia desdibuja.

La soledad camina por veredas brillantes,
y el desamparo se cobija en los pechos mendigos.

Camas improvisadas se despliegan en los portales
y el viento esparce sus olores de hambre y orina.

Perros de nadie ladran tensos a la nada
y uno que otro auto abre brechas de luz sobre el asfalto mojado.

Afuera.
Noche.


Una cosa de nada



A veces, respiro un leve cansancio.
¡Ay, ese leve deshacerse diario!

¡Si tan sólo pudiera replegar las alas y dejarme llevar!
Dormirme en la copa de un árbol,
tenderme en un retazo de arena,
recorrer, despacito, sin nostalgia y sin dolor,
algún recuerdo, que, de tan lejano, parezca ajeno.

Subirme a la grupa del viento
 y vaciarme de miedos.


Una razón posible?

¿Por qué este espacio? ¿Para qué? Posiblemente, solo para contactarme desde detrás de la puerta. Para contar sobre esto o aquello casi a escondidas. Solo eso. Abrir una ventana desde la cual poder ver una vislumbre de mundo....
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